Presentación
Milan Kundera es en ese momento un escritor de éxito, conLos propietarios de las llaves(1962) en el teatro, con su colección de relatosEl libro de los amores ridículos(1963 y 1965) y, sobre todo, conLa broma,novela publicada en 1967 (en el momento del Congreso de Escritores) que evoca y cierra
una época y que sigue estando asociada, no solo para los lectores checos, a la primavera
de 1968.Kundera enseña en la Escuela de Cine y Televisión (FAMU) y se convierte en una de
las figuras destacadas del impresionante auge de la creación cultural, de una originalidad
y una diversidad excepcionales, tanto en la literatura (Hrabal, Škvorecký, Vaculík...)
como en el teatro (Havel, Topol), y especialmente en la nueva ola del cine (Forman,
Passer, Menzel, Němec,Chytilová...). Considera —no sin razón— losaños sesenta como una «edad de oro» de la cultura checa, que se deshace progresivamente
delos imperativos ideológicos del régimen, sin sufrirlos del mercado. Desde esa perspectiva, la Primavera de Praga de 1968 no se reduce
a su dimensión política, y solo es inteligible como culminación de un decenio en el
que el semanario de los escritores, elLiterární Noviny,imprime una tirada de doscientos cincuenta mil ejemplares, que se agotan en un solo
día; un decenio en el que la emancipación de la cultura acelera la descomposición
de la estructura política.
El poder establecido, calibrando el peligro, intentó entonces recuperar el control,
y el Congreso de Escritores de 1967 se convirtió en el escenario de ese pulso entre
los escritores y el poder, cuyos primeros indicios se encontraban en la conferencia
de Liblice de 1963, dedicada a Franz Kafka, un entierro simbólico del «realismo socialista».
Para los lectores checos, la obra de ese escritor judío praguense en lengua alemana,
empezando porEl proceso, apuntaba, cuarenta años después, a otro realismo, bastante perturbador para el ocupante
del castillo, el jefe del partido y del Estado, Antonín Novotný.
El Congreso de Escritores de 1967 conoció varios momentos culminantes. Primero, el
discurso del escritor Pavel Kohout criticando la política antiisraelí del bloque soviético
en la guerra de los Seis Días antes de leer la famosa carta de Solzhenitsyn a la Unión
de Escritores Soviéticos. Fue demasiado para Jiří Hendrych, el guardián de la ortodoxia ideológica en la dirección del partido, que
abandonó la sala y, pasando por detrás de la tribuna en la que se encontraban Kundera,
Procházka y Lustig, les soltó un memorable: «¡Lo habéis perdido todo, absolutamente
todo!». Al día siguiente le tocó a Ludvík Vaculík, autor deEl hachay miembro de la redacción delLiterární Noviny,