En el turbulento mundo actual de los mercados financieros modernos, donde las corrientes
de la macroeconomía se entrelazan con los tiempos cambiantes de la geopolítica global
a golpe de noticia casi diaria, surge una herramienta cada vez más poderosa para enfrentarse
a estos mercados: el trading algorítmico. Este libro es el brillante resultado de
navegar por estas aguas tumultuosas de este mundo fascinante y complejo del trading
automatizado y la inteligencia artificial, no desde la perspectiva tradicional del
analista técnico, sino desde la de un físico matemático y el análisis quant, pero en todo momento con un lenguaje llano y sencillo comprensible para todo tipo
de lector.
A lo largo de estas páginas, explorarás cómo la tecnología ha revolucionado la forma
en la que compramos y vendemos activos financieros, algo que en su momento era sólo
alcanzable para los grandes fondos de inversión o fondos de cobertura estadounidenses,
tales como Renaissance Technologies o Citadel. Gracias al uso de múltiples ejemplos,
muchas metáforas y variados paralelismos, el autor, siempre en un lenguaje accesible,
nos adentra en este fascinante mundo, desde los algoritmos más sencillos hasta temas
más complejos como la optimización, el hardware necesario e incluso el uso sofisticado
de inteligencia artificial en trading.
Pero más allá de los temas más técnicos y los algoritmos complejos, así como de conceptos
más avanzados, este libro también busca presentar con anécdotas de la propia vida
del autor las historias humanas detrás de estos desarrollos, acercándonos a algunas
propuestas visionarias.
Así pues, adéntrate en estas páginas con mente abierta y curiosidad voraz. Prepárate
para explorar un universo nuevo —por lo menos así lo fue para mí— donde la velocidad
y la precisión se entrelazan con la incertidumbre y la complejidad, donde las decisiones
las toman programas informáticos en milisegundos, pero sus efectos resuenan en titulares
internacionales. Bienvenido al mundo del trading algorítmico, donde la geopolítica
y la economía convergen en un baile incesante de poder e información.
En el entorno inflacionario que estamos soportando tiene cada vez menos sentido dejar
parados los ahorros que tanto nos ha costado conseguir con el sudor de nuestra frente,
pero que han sido fuertemente gravados por un sistema impositivo enormemente extractivo
y represivo, y que en la mayoría de los países occidentales raya directamente el expolio.
Este entorno macro —que augura aún mayores subidas de las materias primas y guerras
encubiertas por éstas, sobre todo por la menor extracción global de los combustibles
fósiles, que conlleva fuertes subidas de los alimentos, la energía y el transporte—
hace que la gente normal busque alternativas para no dejar que su dinero se pudra
en el banco. En este tipo de entorno, con tan sólo una inflación media real del 6 por
ciento anual bastarían siete años para reducir nuestros ahorros a exactamente el 50 por
ciento de su valor de compra original. Ya de por sí, esto es bastante alarmante. Como
predijo Robert Kiyosaki en su Teach to be Rich, filmado en 2005, es probable que para finales de esta década lo que ahora conocemos
como clase media occidental ya esté diezmada.
Sin querer ser alarmista, a esta gran ola se le une la nueva revolución industrial
en curso, basada en las nuevas tecnologías y muy en especial en la inteligencia artificial,
que afectará a todos y cada uno de los aspectos de nuestra sociedad y nuestra economía.
El 14 de marzo de 2023 marcó un antes y un después con el lanzamiento público de Chat
GPT 4. Al ser el primer LLM (large language model, 'modelo grande del lenguaje') en ser usado públicamente de forma masiva, esta tecnología
es tan sólo la punta del iceberg de las tecnologías emergentes que están por venir.
Hay muchísimas más empresas que trabajan en redes profundas, transformers y tecnología de IA de punta, y que irán sacando sus tecnologías de forma exponencial
también a lo largo de esta década, modificando el empleo tal como lo conocemos hasta
la fecha.
Para la clase media, la bolsa ha venido siendo siempre uno de los entornos habituales
para poner a circular los ahorros, aunque sólo sea para mantener a lo largo de los
años el valor del patrimonio. Sin embargo, pese a que hasta 2025 o 2026 puede quedar
recorrido alcista, e incluso según varios analistas en los años venideros podría darse
el mayor bull run de la historia, es muy dudoso que sea el caso pasada esa fecha. En ese momento, todos
los efectos de las anfetaminas en forma de deuda excesiva no sólo pública, sino corporativa
y privada pasarán ya definitivamente su debida factura, y en términos bursátiles nos
encontraremos en un entorno mucho menos atractivo. Uno puede sostener un enorme peso
durante un tiempo determinado, pero, a la larga, la tan tozuda e irremediable ley
de la gravedad surte efecto y la persona que sujeta esos enormes pesos (llámese papá
Estado o banca central, o el sistema de reserva fraccionaria que permite a la banca
comercial crear divisas de la nada) acabará colapsando y cayendo con aún mayor impulso.
Es por eso por lo que muchísima gente se ha acercado al trading como parte de la inversión
general, no pocas veces atraída por promesas falsas de vendehúmos de tres al cuarto,
creadores de contenido de crecepelo y todo tipo de Ponzi y promesas de enormes rentabilidades
con poco o nulo esfuerzo. Éste ha sido el caso en especial en el ecosistema cripto,
lo cual no le quita importancia a los enormes avances tecnológicos que ha aportado
a las finanzas del siglo xxi. Al igual que a finales de la década de 1920, el canto de sirenas llama a la puerta
del limpiabotas, y como dijo un sabio inversor bursátil, si tu limpiabotas habla de
bolsa o inversiones, es señal suficiente para salirse de ellas de la forma más rápida
posible. Como explican Ray Dalio y otros, en las fases de estos ciclos de burbuja
es cuando más proliferan todo tipo de estafas encubiertas que alimentan esa necesidad
del inversor medio de dar salida a esos ahorros que pierden valor de forma acelerada
si se quedan quietos.
El trading es una actividad llamativa; entre otras razones porque ser parte no exige
enormes capitales, y también debido a que el acceso tecnológico inicial es en apariencia
muy fácil, aparte de que siempre hay algún caso de éxito real de grandes ganancias
con poca inversión inicial (que mucho trader novato se ve capaz de replicar o incluso
superar). Entre todos estos factores, no es menos importante que el trading genera
un enorme ecosistema de participantes, entre ellos, brókeres, herramientas tecnológicas,
herramientas basadas en otros entornos informáticos, formadores, creadores de contenido,
influencers y medios de información que se retroalimentan entre sí y hacen crecer de forma exponencial
esta fantástica y absorbente actividad. Pero el trading es también una profesión extremadamente
difícil y compleja, y esto es lo que pretende poner en valor este libro.
Y ahora es cuando uniremos las dos grandes tendencias mencionadas antes. La primera,
la acuciante necesidad de mover tus ahorros en este entorno macroeconómico de una
manera diferente a la habitual (el juego de sartenes y el plazo fijo del banco de
turno). Y la segunda, las tecnologías emergentes y su crecimiento exponencial.
Pero antes de ello una pequeña anécdota. Como comenté anteriormente, llevo ya en
esto unos catorce años a tiempo completo. Cuando en mis inicios empecé a dar conferencias
con brókeres por toda España y parte de Europa y Asia me invitaban de telonero de
un analista técnico, que era el que llenaba la sala y se llevaba toda la fama. Estoy
hablando del año 2010. A mí me dejaban la mañana o, como mucho, un par de horas justo
después de comer para que fuera calentando a los tres, a veces diez clientes que se
asomaban a ver a este bicho raro del trading con robots. Y yo encantado de poder ser
el telonero.
Sin embargo, con el paso de los años, las entidades financieras fueron aproximándose
más a nosotros y pasé de ser telonero a plato principal. De las horas de la mañana
mis conferencias pasaron a llenar salas de grandes hoteles y con agenda de día entero,
muchas veces eran incluso conferencias de dos días seguidos, por muchísimas de las
capitales de provincia y parte del extranjero: Italia, Reino Unido. Estoy hablando
a partir de 2014 y en especial de 2015.
¿Qué había cambiado exactamente? Por un lado, fui puliendo mis habilidades de oratoria
(la parte menos importante). Y, por otro, en esos pocos años, la percepción del público
y del ecosistema financiero fue variando, y comenzaron a considerar que perfectamente
se podía operar con robots y que no era algo sólo para técnicos o loquitos de la informática.
Entonces empezaron a llenarse las salas de los hoteles al igual que se llenaban con
análisis técnico. En pocos años, algunos brókeres supieron adelantarse al pulso de
los tiempos. Si en la actualidad te preguntaras cuál es la proporción de traders manuales
frente a traders automáticos o robotizados, te diría que con facilidad puede ser 50/50,
y creo que irá cada vez a más la proporción del automático, invirtiéndose las tornas
en algún momento. Y te diré aún más, hoy en día es mucho más atractivo empezar por
todo lo que tenga que ver con robotización, IA, tecnologías informáticas que empezar
por ver pantallas. ¿Quiere decir esto que el análisis técnico no sirve? Para nada.
Quiere decir que los tiempos han cambiado mucho, pero que muy mucho, y hoy lo raro
es no plantearse automatizar tu trading, o al menos considerarlo como una opción posible
y totalmente válida y, como iremos viendo a lo largo de este libro, no necesariamente
en el orden de estudiar primero análisis técnico y después automatizar lo aprendido.
El siguiente argumento o razón de peso a favor de automatizar tu trading (e inversiones)
es hacer un simple análisis de los diez mejores fondos de cobertura (hedge funds) del mundo, que por supuesto siguen siendo estadounidenses. Entre los mejores diez
nos encontramos con monstruos como Renaissance Technologies, que es de lejos el fondo
más rentable de la historia, robotizado por completo. Pero no es el único, si incluimos
a Bridgewater Associates fundado por Ray Dalio (que en el fondo es análisis macro,
pero que al final algoritmiza todas las decisiones del equipo), siete de esos diez
son automáticos. Para no ponernos muy técnicos aquí en la introducción, después ya
veremos con mayor detalle qué es esto de los algoritmos que algunos llaman algorrinos. Para el trader retail —el de andar por casa, el de las zapatillas que se acerca a la pantalla para ver
«cómo han abierto hoy los mercados», muchas veces sin haber pasado previamente por
la ducha—, tiene mucho que decir el simple hecho de que, hasta la fecha, la larga
mayoría de los monstruos de fondos de inversión tomen las decisiones cien por cien
con robots y de forma automática.
Seguramente te has preguntado si para ti tiene sentido esto de robotizar o meterte
en el «algorítmico». Si esto de los quants no es un rollo sólo para matemáticos de Harvard, Stanford y el MIT y programadores
de deep learning de esos que trabajan en la última planta de Google y Open AI. Si primero necesitas
un máster de ciencia de datos o un curso de programación con Python o si, sin duda,
esto es algo inalcanzable para el común de los mortales. Y déjame decirte que como
todo en la vida, en esto hay ligas. Y también mucho esnobismo.
A partir de ahora puedo usar palabros muy altisonantes, tales como red neuronal recurrente,
el sigmoide, t de student, falso positivo, estructura de datos, y quedar muy bien y tú no enterarte de nada.
Pero déjame decirte que en el trading automático no todos los científicos de datos
son rentables, al igual que no todos los traders que son rentables con robots son
científicos de datos o programadores de inteligencia artificial, más bien al contrario.
Puede jugar a tu favor ser programador, ingeniero o haber estudiado alguna carrera
de las llamadas STEM (science, technology, engineering, math; 'ciencia, tecnología, ingeniería o mates'), es probable que sí, no te digo que no.
Pese a ello, quizás tus sesgos te impidan llegar a algo consistente (no sólo rentable)
en algo tan poco palpable como es el trading o los mercados, y que se asemejan más
a una «ciencia social» que a una de las duras. Y te lo dice un físico teórico que
después pasó por económicas, que estudió ambas en la Alemania de finales de los ochenta
e inicios de los noventa, y que con posterioridad hizo su máster en Estados Unidos.
Pero para nada la programación es requisito indispensable.
Lo que necesitas es mucho pensamiento lógico, mucha perseverancia, bases de estadística,
una buena metodología de trabajo y luego muchísima prueba y error. Hoy en día y mediante
este libro (y después si quieres en nuestras formaciones avanzadas) verás que si se
lo toma auténticamente en serio como una profesión, y no como un mero pasatiempo,
muchísima gente puede llegar a dominar esta profesión con aspiraciones razonables
(y no la típica de esperar duplicar sus ahorros en tiempo récord).
Lo más importante es que empieces este camino con muchísima ilusión y que, poco a
poco, llegue a apasionarte de tal manera que ojalá algún día pueda convertirse en
una profesión para ti. Tendrás que bajar a tierra las cosas y saber mirar entre las
nubes, la confusión y la opacidad de las redes sociales, distinguir las situaciones
con un criterio muy bien afinado y tener muy buenas bases. La pretensión de este libro
es darte los primeros principios en un lenguaje llano y sencillo para que accedas
(sin que importe tu formación tecnológica, lógica o matemática previa) con buenos
fundamentos a esta forma tan enriquecedora de operar y ofrecerte ejemplos concretos
que verás al final del libro. De forma que este texto pueda ser tu manual de referencia
no sólo en tus inicios, sino también para que con estas bases puedas construir tu
pirámide de conocimiento como futuro trader quant o trader algorítmico o trader automático, o como prefieras llamarte.
Yo pondré mi parte pedagógica y divulgativa, intentaré hacerte digeribles cosas a
veces de difícil digestión, intentaré bajar a tierra conceptos y usar metáforas o
símiles para exponer ideas complejas. Tú tienes que poner las ganas de avanzar en
los capítulos, aunque a veces dejes el libro de lado, y lo ideal es que en algún momento
llegues a poner en práctica lo aprendido.
Hay dos formas de usar este libro, como un mero texto informativo (lo cual es perfectamente
lícito y válido) o como un manual de referencia y de consulta para poner en práctica.
Si no pones en práctica lo expuesto aquí, no pasará gran cosa, y en cierta medida
la lectura se asemejará a leer una novela (espero que entretenida). Por otra parte,
hay capítulos concretos, sobre todo los referidos a análisis de sistemas (familias
de sistemas), gestión del riesgo, que, como diría mi padre, van a misa, si te los
saltas o los aplicas de una manera muy laxa, entonces lo más seguro es que tengas
enormes probabilidades de ventilarte no una, sino un par de cuentas. Vamos, lo que
yo llamo certeza de ruina, no probabilidad de ruina. Hay otros conceptos que puedes
interpretar a tu manera e incluso darles la vuelta o probarlos en otros entornos.
Pero lo importante es que antes de descartar ideas, primero las conozcas a fondo,
las pruebes y las evalúes por ti mismo tras haberlas probado de varios modos. Le sacarás
el máximo partido a este libro cuando lo pongas en práctica. Yo haré mi parte para
facilitarte los conceptos e introducirlos de forma gradual y lógica, y si quieres
sacar todo el jugo a este libro, en algún momento tras la lectura tienes que poner
en práctica lo expuesto.
¿Tenemos un trato?
Y ahora, antes de entrar en materia por completo y tirarnos a la piscina, quiero contarte
algo de mi historia personal. Lo hago, por un lado, para que nos conozcamos un poco,
pero, por otro, te darás cuenta de que esta historia está muy entrelazada con las
conclusiones de este método de trabajo, con el trading algorítmico y con el porqué
de este libro.
¡Empecemos!
Nací en Madrid hace ya unos añitos y tuve la suerte de ir toda la infancia (desde
la Sonnenschule, la «escuela del sol», parvulitos) y juventud al Colegio Alemán de Madrid, lo cual
me permitió ir directamente a la universidad en Alemania, allí estudié Física Matemática
en Heidelberg y después Económicas en Tubinga (cerca de Stuttgart). Con posterioridad
hice un máster en Relaciones Internacionales, lo que en realidad hoy se llamaría Geopolítica,
en la Universidad de Miami (Florida). O sea, he tocado ciencias duras y «ciencias»
blandas (ojo a las comillas). Desde los dieciséis años he sido emprendedor en serie,
y he vivido en siete países: ocho años en Alemania, aparte de varios años en Estados
Unidos, México, Dinamarca y República Checa. En suma, un total de diecisiete años
de mi vida fuera de mi querida España.
En realidad, el trading y las inversiones nunca me habían llamado la atención hasta
bien entrada la treintena. Aunque pueda parecer manido, fue tras leer Padre rico, padre pobre, de Robert Kiyosaki, cuando empezó a cambiarme el paradigma de mi relación con el
dinero. Más allá de las emociones que pueda despertar esta figura, hay ciertas ideas
o afirmaciones que son de gran valor, y eso fue lo que me llevó al trading automático
justo antes de la crisis de Lehman Brothers en el otoño de 2008. Andaba en busca de
los famosos «activos» kiyosakianos. El que haya leído a este autor sabe que Kiyosaki
tiene una definición muy particular de la palabra activo, que luego otros, como M. J. de Marco, elaboran en mayor profundidad.
Un día cualquiera a finales del verano de 2008 tropecé con un anuncio de Google que
vendía un robot de Forex. Era un robot de scalping asiático (un tipo de operativa muy agresiva). En aquel entonces no tenía ni pajolera
idea de qué era el scalping ni de qué era un robot, y menos aún de qué era el Forex, pero me llamó la atención
y encajaba en mi idea de «activo». Así que lo compré. Fue el único bot que compré
en mi vida. Se llamaba Fapturbo, y me dio muchísimas alegrías.
En aquella época, tenía dos empresas, una en Madrid y otra en Ciudad de México, en
la colonia Roma. Aparte de que tenía mucha gente en nómina, alquilaba dos edificios
grandes de varias plantas en dos países a más de 9.000 kilómetros de distancia el
uno del otro, y con sus correspondientes enormes gastos de alquiler. Era un horror
porque cuando acababa con la empresa de México, me quedaba despierto para hablar con
los bancos en España y hacer gestiones, y viceversa. Vino la crisis de 2008, y mis
empresas, ambas por diversas razones, empezaron a tener serios problemas de liquidez.
Además, hubo entonces en México un problema gordo de corrupción política, e ilegalmente
me precintaron el edificio para sacarme una «mordida». Caí en una depresión abismal,
y decidí cerrar ambas empresas. Debido a que era el único tiempo libre que me quedaba
para ello, dedicaba todas las noches a los robots de trading. Veía cómo entraban,
ya que eran robots nocturnos en horario europeo que correspondían más o menos a las
cuatro de la tarde de México. Era lo que me mantenía a flote mientras iba liquidando
las empresas y cerrándolas. Fueron tiempos extremadamente duros en lo personal, y
los robots me daban ilusión. No te voy a decir que ganaba millonadas, porque no era
así. Estaba pensando en dejar todo atrás y dedicarme full-time al trading y mudarme a Puerto Escondido, que es mucho más barato que el D. F., para
poder dedicarme a tiempo completo a los robots. De la empresa en México me quedaban
ocho computadoras decentes, y al final era lo poco que podía rescatar. Entré en un
proceso judicial con la Delegación Cuauhtémoc de la Ciudad de México (para entendernos,
el ayuntamiento) que gané pasado un año, pero una vez ganado y reabierto el edificio,
yo ya había estado todo el año avanzando en el trading, así que cerré la empresa mexicana
tras haber movido la empresa española a un sitio más pequeño, para también cerrarla
con posterioridad.
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